La composición sonora abre dos modos de escucha, en relación al espacio que nos rodea.
La pieza está pensada para ser reproducida en la Facultad de Bellas Artes de Granada, a la izquierda de las escaleras que dan entrada al aula T2. El lugar exacto de escucha puede ser encontrado contando la cuadrícula de las baldosas que componen el suelo, siendo las coordenadas las baldosas número 25 y 26 comenzando a contar desde la derecha, y 25 a partir de la carretera.
Si no podemos desplazarnos hasta el lugar en el que fue ejecutada la acción, el paisaje sonoro brinda la oportunidad de recrear el espacio allí donde nos encontremos -o incluso el espectador puede preferir que la pieza sonora pase a ser un dispositivo de activación de este lugar.-
Es importante en ambas permanecer inmóvil (sentado, tumbado o de pie) y utilizar cascos para percibir la dirección de las pisadas. Se recomienda eliminar las distracciones visuales cerrando los ojos.
El niño construye espacio desde el dibujo del plano arquitectónico proyectado en la pared/suelo. La ilustración bidimensional invoca mediante su capacidad ensoñadora la tercera dimensión. Este dibujo, carente de perspectiva y profundidad, es síntoma de la fuerte filosofía de coexistencia del infante en el mundo, que no conoce las “naturalezas muertas”.
La pieza sonora está compuesta por 6 pistas de audio en las que se realiza un juego sencillo, el cual consiste en saltar de un lugar a otro y señalar con tiza donde los pies aterrizan. A cada pista corresponde un color, escuchándose simultáneamente los movimientos que pertenecen a cada audio.
La portada sirve a modo de partitura, la cual mide únicamente la espacialidad, y el tiempo queda condensado en una sola imagen.